CARTA
DE LA PRISIONERA POLÍTICA MARGOT LIENDO GIL
A mis queridos familiares
Cuánto quisiera poder conversar
con ustedes, ¡los extraño tanto! Tengo muchas reflexiones que me gustaría
compartir, y escribirles hoy me ayuda a volcar en el papel lo que necesito decir…
Pronto cumpliré mi condena de 25
años de cárcel. Este 11 de junio debería finalmente salir en libertad.
Recuerdo cuando iba a cumplir los
18 años de mi sentencia original. Me parecía increíble pensar en estar
nuevamente en casa, ¡todos juntos! Había pasado muchas cosas en cárcel, y
muchos tal vez no conozcan que la prisión la viven también nuestros familiares.
Perdimos a papá, a mamá y hermana en el camino, pero nos dejaron la fuerza para
seguir luchando por la vida. Y, recuerdo que les indignó tanto cuando, poco
tiempo antes de llegar mi libertad, me incluyeron en un nuevo proceso
ilegalmente, para dejarme ¡más años en cárcel! Y me condenaron a 25 años, con
absoluta negación de los beneficios penitenciarios. Entonces, les volví a
agradecer su fortaleza y su amor tan generoso, pues me siguieron acompañando
con sus constantes visitas. ¡Cuánto agradezco a la vida por lo hermoso de
ustedes!
Y hoy, a poco de cumplir los 25
años de condena, ¡nuevamente me abren otro proceso! Ya es el colmo de la
ilegalidad y la violación de mis derechos. No solo me quieren juzgar por algo
ya juzgado, sino que el Estado inventa y tuerce con la única finalidad de
mantenerme en cárcel más tiempo ¡porque hasta lo han dicho así abierta y
públicamente!
Entonces, cómo no denunciar y
alzar mi voz contra esta ilegalidad, que no solo la pretenden conmigo sino con
otros prisioneros políticos más, buscando sentar un nefasto precedente para
extender la cárcel de por vida, especialmente a los revolucionarios y
comunistas. (¿Y a cuántos hijos del pueblo luego?)
Muchas veces les he contado sobre
mis días en prisión, pero hoy quiero contar mi historia, y lo hago a través de
ustedes para que otros la conozcan también.
Soy ciudadana peruana, este es mi
país, provengo de la ciudad de Tacna donde nací hace 64 años, en esta tierra
hermosa de tradición heroica, de grito de libertad, como aporte a la rica
historia de nuestra patria.
Nací, crecí y estudié en esa
tierra, pero concluí mis estudios universitarios de sociología en Lima.
Yo no he pasado por el hambre,
frío ni carencia de las más elementales necesidades como la mayoría de
peruanos, pero he sentido en lo más profundo de mi piel el sufrimiento de
tantos niños, mujeres y hombres de nuestro pueblo, y ¡¿cómo ser indiferente?!
Por eso decidí empeñar mi vida por servir a mi pueblo, por construir una
sociedad nueva, sin hambre, sin explotación ni opresión. Y hubo una guerra en
mi país, me puse del lado de los pobres y luché. Aprendí del heroico pueblo
peruano a no hincar las rodillas, y aquí estoy. Mi rumbo no ha cambiado, pero
mi lucha hoy es distinta, pues la guerra iniciada en los 80 ya concluyó. Soy
comunista y eso no es un delito, quiero el mejor futuro para mi pueblo y eso no
es un crimen; salvo para los que mandan y oprimen que no quieren verdadera paz,
democracia y desarrollo, como yo sí lo busco, con mis dichos y mis hechos.
En estos largos 25 años he
cruzado muy difíciles circunstancias de carcelería. He sobrevivido a la matanza
que ordenó y ejecutó el gobierno de Fujimori en el penal Castro Castro, en mayo
de 1992. Durante este acto genocida fui herida, como también hirieron y
asesinaron a otros prisioneros políticos del PCP. Después de años me operaron
para extraerme las balas del cuerpo, que por suerte no me mataron. El año 2006
la Corte Interamericana de DDHH condenó al Estado peruano por esa matanza, y
sin embargo hasta hoy el Estado no cumple la sentencia ni asume sus
responsabilidades. Más bien se sigue ensañando con los prisioneros políticos
como en mi caso, pretendiendo encerrarme de por vida.
Me han enviado a diferentes
penales, por ejemplo Yanamayo (Puno), a una altura de casi 4 mil metros sobre
el nivel del mar, donde estuve por cerca de 10 años, enfrentando un régimen
cruel e inhumano, y que a pesar de la altura y el frío inclemente me visitaban
nuestros queridos padres, teniendo que verlos a través de las mallas de un
oscuro locutorio, solo por media hora ¡sin poder tocar sus manos, abrazarlos ni
darles un beso!
Y sin embargo, con alegría puedo
decir que los prisioneros políticos con nuestra ideología y la fuerza de
nuestra acción conjunta, hemos logrado siempre convertir este lugar oscuro que
es la cárcel en un sitio de luz, un lugar para seguir desarrollando como hijos
del pueblo y sirviéndole de todo corazón.
Así, también en la prisión he
aprendido muchas cosas. A contracorriente de la idea que impera en quienes nos
gobiernan, que consideran las cárceles como simples depósitos humanos, puedo
decir que junto con mis compañeros y otros prisioneros, hemos bregado con mucha
iniciativa y exigencia ¡por hacer de éste un lugar de estudio, trabajo, de
desarrollo del arte! Y gracias también al apoyo de nuestro generoso pueblo y
muchas personas solidarias, he podido estudiar historia, computación, inglés, y
en el campo del arte: dibujo, pintura, cerámica y escultura, y hago
manualidades también; porque concibo que todo lo aprendido es para
desenvolverme en la sociedad y reincorporarme a ella transformando las
difíciles situaciones que tendré que enfrentar, para desenvolverme en nuevas
circunstancias.
Entonces ¿qué es la libertad para
mí?
El abrazo de los míos, adornar
con flores la tumba de mis seres queridos que perdí estando detenida, la mano
que se extiende buscando se comprenda este derecho; respirar el aire del mar,
la fragancia de tantos lugares añorados; el entrechocar hombro a hombro con la
gente más sencilla, aprendiendo de cómo salen adelante con sus miles de
actividades luchando por vivir y por el futuro…
Estas son mis reflexiones hoy. No
corresponde que me hagan ningún otro juzgamiento como se pretende, me
corresponde la libertad, al cumplir enteritos estos 25 años de encierro.
Queridos familiares, seguirán
presentes siempre en mi corazón, y con su apoyo seguiré luchando por la
libertad que es mi derecho, ¡basta ya!
Margot Liendo Gil
Junio 2013
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